Y entonces, solo cuando el corazón yacía completamente herido, con lágrimas en los ojos y demasiado dolído como para moverse, se le hacercó la razón, con una sonrisa de compasión dibujada en la cara. Le tendió la mano, el corazón la aceptó, agradecido, y después de que este apoyase su brazo en el hombro de la razón, fué cuando ella le dijo:
-Te lo dije, te lo dije, Y MIRA QUE TE LO DIJE.
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