sábado, 7 de enero de 2012

¿Cobarde?

Siempre he odiado las despedidas. No me gusta la mezcla entre lágrimas y palabras bonitas (esas a las que algunos llaman mentiras) que solo sirven para intentar hacer más grato el adiós.
Guardo un especial odio a una de ellas. Una que sucedió hace ya bastantes años. Cuando yo aún rozaba la mayoría de edad y mi hermana todavía gateaba. A mí esta despedida no me sorprendió aunque las lágrimas se apoderasen de mí al ver como él hacía las maletas.
No era pena lo que me recorría. (Bueno, algo sí, pero solo un poco) Fue la rabia la que me impulsó a llorar.
¿Por qué nos dejas? ¿Por qué te marchas?
Recuerdo cuando me abrazó, cuando me miro a la cara y me dijo que volvería. Que toda esta pesadilla a la que llamaban guerra no tardarían en ganarla, que cuidase de mi hermana y mi madre. Que yo cuidase de ellas. Me hubiera gustado llamarle gilipollas. Decirle que le necesitamos, más que nadie. Más que la guerra, más que la patria, más que al país. Me hubiera gustado gritarle que es un irresponsable dejando que su familia se hunda. Yo no tengo que cuidarlas, imbécil. Tu responsabilidad es cuidar de nosotras, no vestirte de militar y matar hombres.
Un adiós y lo tiras todo por la borda. A mi madre, a mi hermana, y a mi. Zas, de cabeza. Ahora tengo la sensación de ahogarme, y con tanto peso encima no puedo huir.
Yo sabía que no volvería, lo supe desde el principio. Era completamente consciente de lo que era una guerra. Además de irresponsable, mi padre era un mentiroso.
También era un infiel, un infiel que prefería defender a su patria antes que a su mujer. ¿Pero que tiene ella que no tenga mama? A mí ella me parece más indefensa. Y aún más mi hermana, a la que había condenado a criarse sin padre. Que te valla bien con tu nuevo amor, está vez no le hagas lo mismo que nos has hecho a nosotras.
Recuerdo mis ganas de golpearle, de llorar.
Y con más dolor me acuerdo de la ingenua de mi madre, ella sí que confiaba que volvería. Ella, que le dio un beso como despedida, ella, que dio todo lo que le quedaba por nosotras. A la que él dejo tirada por una pistola y un puñado de granadas.


Y esa fue la última vez que le vi. 
En nuestra despedida.
 Y nunca te olvidaré. 
Nunca olvidaré todo lo que te odio, papa.

4 comentarios:

- dijo...

Joder... Casi me han dado ganas de ser yo quien le diera un tortazo por abandonarlas. Preciosas las metáforas, y muy ciertos los sentimientos. Te ha quedado sublime.
<3

Lemon dijo...

Tras terminar llorando solo puedo decirte que magnífico. Increíble, de verdad.

Saludos.
Twitteo tu entrada,
Espero que no te importe.
(@Discordia013).

Lucia's Box dijo...

He querido chillarle a la madre que no sea tan ingenua,y pegar al padre.
Es desgarrador,pero increíblemente precioso.

Carla Rodríguez Para dijo...

He estado a punto de pegarle un puñetazo al ordenador. En serio, escribes genial. Bueno, genial es poco.
Seguiré fisgoteándote el blog ;)