domingo, 18 de diciembre de 2011

Ágata, el ángel abatido.

Y esta es la desdichada historia de la inocente Ágata.
Ocurrió un día cualquiera, en los que uno se levanta pensando en que nada sucederá, que será un día más amontonado en la esquina del olvido. No fue así.
Apareció alguien. Nadie especial para los demás. Pero lo fue para ella.
Le ofreció dos increíbles alas. Las más bellas que ella podía ver. Desde ese momento deseó volar con esas alas. Llegar a sentir la libertad contra su cara, y olvidarse de toda esa realidad.
Esa pobre ingenua firmó sin leer la letra pequeña.
Y sí. Voló. Tan alto como nunca imaginó, de una forma tan increíble que jamás será capaz de olvidar. De lo que ella no se percataba era de eso que oía (pero no escuchaba) de voces para ella lejanas… Cuanto más arriba… más jode la caída.
Pero no dudó en ignorar aquello, y continuó sin alejarse de él, el que manipulaba sus alas, su sonrisa, sus sentimientos. Ella se encerró en su mundo, el cual tan pequeño era que apenas cabían ellos dos. Pero el aire que hacía la función de atmosfera de este era completamente opaco, y en lugar de oxigeno Ágata respiraba mentiras. Y eso… eso le encantaba. Mentiras que inconscientemente creó. Y así voló, sin vacilar, hasta que la burbuja explotó, y se pegó la hostia.
Y entonces, solo entonces, sus alas perdieron todo su brillo. Al igual que sus ojos. Y se convirtió en un alma en pena preocupándose tan solo de esconder su debilidad tras una falsa sonrisa, y sus alas rotas en la oscuridad en la que aún se pueden escuchar sus lamentos. Porque aunque no lo parezca, a ella le duele. Consecuencias de poseer una gran sensibilidad que desea esconder. Ya que a nadie le gustan los ángeles abatidos.

Pd; No todas estas historias tienen por qué acabar mal, y la historia de Ágata, no acaba aquí afortunadamente. Aunque ella se siga derrumbando con esa balada, sus alas vuelven a desplegarse ligeramente. 



4 comentarios:

- dijo...

Por lo menos, no todo terminó mal, ¿verdad?
Yo creo que quien ha probado lo amargo del dolor, luego agradece mil veces más los finales felices que alguien que no ha sufrido ni una sola derrota.
<3

Elisa Sestayo dijo...

Me ha encantado el relato. Menos mal que la historia de Ágata no acaba aquí :)

Un beso <3

Unknown dijo...

Yo... nunca he tenido alas. Pero... ¿a quién le importa? Mi burbuja reventó hace ya mucho tiempo...

Javier Copado dijo...

Importante ese momento amargo, esa hostia, para volver a volar con más fuerza y ganas.
No todas las historias son mentiras ni todos los vuelos altos son para caer. A veces planeas eternamente.
Gran blog y sobretodo gran nombre del blog!