!Nevermind.

La luz de la luna llena se reflejaba en su miedo, y

la oscuridad le golpeaba con fuerza.

Aquel desdichado niño corría totalmente perdido 

y desorientado entre la abundante soledad.

Creía que no había visto jamás arboles tan altos

como los que en ese momento le rodeaban, y estos

le observaban con malicia, riéndose a carcajadas sordas de él.

Su propio aliento le quemaba los pulmones,

y harto de correr sin avanzar paró en seco 

apoyándose en uno de esos amenazadores árboles.

Ahora notaba como el frío se pegaba en su piel y las gotas 

de sudor le recorrían poco a poco.

La luna era lo único que le transmitía tranquilidad esa noche, 

por eso decidió seguirla, pero la mala suerte lo guió hasta las tinieblas del bosque.

Y entonces, un aullido acabó con aquel silencio

 incomodo entre la noche y el chico.

La respiración se le cortó, y el corazón le dio un vuelco 

al ver a la preciosa bestia.

El majestuoso lobo, que casi le alcanzaba en tamaño,

 era completamente blanco, y a pesar de su grandeza

 aquel niño no le temía, pues el lobo le miraba fijamente

 mientras le dirigía una sonrisa agradable y familiar.

Y entonces vio sus ojos, y desde el primer momento en el que

reparó en ellos separar la vista se le hizo imposible. 

Estos eran totalmente oscuros, tanto como el ambiente. 

Excepto por un detalle. El reflejo de la luna. 

Un reflejo en el cual se podía ver más claramente a

la luna que en el propio cielo, toda su 

belleza abundaba en los ojos de aquel animal.

Y el niño, totalmente hechizado, encontró por fin lo que

 tanto tiempo había buscado en el bosque, y siguió al lobo,

 inundándose de una inmensa paz de color claro, muy claro.

Y olor a gotas de rocío cayendo por los 
árboles que le seguían con la mirada, 
susurrando entre ellos palabras llenas de maldad.